Independiente sufre. Partido a
partido se desangra. El tiempo y los puntos siguen pasando por delante de sus
ojos, y nada puede hacer. No gana ni cuando hace méritos, es cierto, pero a
esta altura poco importan los merecimientos. Solo cabe ganar o ganar en la
etapa más difÃcil de la historia, donde lo mantienen vivo los resultados
ajenos, en una época en la que se aplauden promesas o esfuerzos. Decididamente,
esto no es Independiente.
Este equipo empezó el año en zona
de descenso directo, y después de 24 fechas se encuentra exactamente en el
mismo lugar, pero un poco peor. El inicio de la temporada encontró al conjunto
de Cristian DÃaz con un promedio de 1.184, junto a Newell´s de igual puntaje, y
un punto abajo de San Lorenzo. Hoy, ambos se encuentran sobre el Rojo a
23 y 10 porotos de diferencia respectivamente. Por su parte, desde junio 2012,
Independiente bajó su promedio a 1.130.
En el Torneo Inicial, y ya bajo
la conducción de Américo Gallego, Independiente apenas ganó tres partidos,
que fueron de forma consecutiva: triunfos contra Unión, Atlético de
Rafaela y Argentinos Juniors. Acumuló nada más que 17 puntos, en un campeonato
en el que como objetivo se habÃan planteado 30 unidades. El conformismo redujo
las ambiciones, y se postergaron las ansias para el Torneo Final, apostando
todo a la pretemporada del Tolo.
Hasta acá, con cinco fechas
jugadas, Independiente no levanta cabeza. En lo que va del Final perdió más de
lo que ganó; tres derrotas y dos triunfos. Equipo ciclotÃmico si los hay, muestra
diferentes caras dentro de un mismo encuentro, y ni hablar de un fin de semana
al otro. Se especulaba que la levantada frente a Vélez y Racing espantarÃa los
fantasmas y encontrarÃa un nuevo camino de victorias, pero nada de eso sucedió.
La cabeza volvió a enfriarse.
Parafraseando a Antonio Mohamed
en su etapa de DT del Rojo: "El esquema se puede negociar, la actitud
no". Esa premisa a veces y en cuentagotas se cumplió, pero en la mayorÃa
de los casos se pasó por alto. Cierto es que el viernes, frente a Godoy Cruz,
se vio actitud y voluntad en los jugadores, que por momentos superaron al rival
y lo acorralaron contra el arco de Ibañez. Merecieron más, pero repetimos, los
merecimientos no alcanzan.
Inexplicables resultan algunas cuestiones
que transcurren por estos dÃas, años atrás impensadas. La ferviente ovación que
recibe Juan Caicedo conmueve, quizás algo exagerada ya que los aplausos se
equiparan con los de Rolfi, y hasta con los del propio Milito en sus últimos
tiempos. Tal vez sirve como parámetro para conocer la realidad de este
Independiente, y deduciendo que en el momento de desesperación, la gente debe
depositar su fe en algo o alguien.
Por otro lado, la gente sigue
cumpliendo. Acompaña al equipo, agota entradas, revienta los estadios, pero no
se ve una exigencia para con este equipo que, repetimos, después de 24 fechas
sigue en descenso directo. Muy generosos parecen ser los aplausos después de
cada partido, ante objetivos que siguen siendo incumplidos y más allá de esfuerzos
y sacrificios, que es lo mÃnimo que se espera. Por supuesto que no se piden
insultos ni mucho menos, pero sà la exigencia que la circunstancias ameritan, y
no contagiarse de otros de ese fanatismo exclusivamente por la hinchada.
gentileza de Monarquia Roja
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